4 jun 2009

REFLEXION

CÓMO VENCER LA SOLEDAD



"La soledad no hace acepción de personas: entra en el palacio y en la choza." - ha dicho un autor cristiano. Es cierto. Mucha gente padece y sufre por su soledad, por esa forma de soledad crónica y depresiva. Muchos en su soledad han visto hundirse sus vidas, hasta han llegado al manicomio, o al suicidio. Sin embargo, muchos también, en su soledad, han buscado a Dios y le han hallado.

Es que la soledad te aparta del ruido, del tráfago incesante, y te permite escuchar a Dios. Porque el ruido interfiere entre tu corazón y Dios. Un sabio antiguo decía: "Excusa cuanto pudieres el ruido de los hombres, que de verdad mucho estorba el tratar de las cosas del siglo". Hay afán y fatiga en el mundo que nos rodea. Es que el trajín, las risas locas, y el disfrute del momento, nos impiden escuchar a Dios.

Para los hijos de Dios, la soledad también es necesaria. "A menos que salgas del mundo, donde la voluntad propia y el placer personal reinan, nunca podrás vivir la vida en que el creyente busca solamente ser un sacrificio agradable a la voluntad de Dios", -- ha dicho Andrés Murray, un conocido siervo de Dios.

Ir al desierto

Esa soledad es como "ir al desierto". Allí se desnudan los móviles mezquinos de nuestra alma, y se conoce la voluntad de Dios. La expresión "el desierto" es usada en muchas ocasiones en las Escrituras, no como un lugar físico, sino como una situación de vida en la que hay soledad, tristeza y dolor. Allí no hay vanidades que atrapen el corazón. Allí se está solo con Dios y consigo mismo.

Por ejemplo, en el libro del profeta Oseas encontramos esto. El Señor le habla a Israel como un marido a su mujer. Aunque ella le había sido infiel, Él todavía quería hablarle con ternura: "La atraeré y la llevaré al desierto, y hablaré a su corazón" (Oseas 2:14). El esperaba que en el desierto podría reencontrarse con el corazón de su amada.

Muchas veces al Señor hace así también con nosotros.

En las Escrituras encontramos a muchos siervos de Dios que fueron llevados por Dios al desierto (desierto físico y también espiritual), porque allí Él les quería hablar al corazón. Moisés fue uno de ellos; David fue otro; Pablo también estuvo allí. En el silencio, en la quietud, lejos del mundanal ruido, Dios les habló, y ellos aprendieron las lecciones más importantes de su vida. "Sólo en el silencio, el corazón puede esperar y escuchar a Dios." - dice G. Campbell Morgan.

El valor de la soledad

Cuando tú te quedas solo, entonces se caen las caretas, las falsas posturas, y te quedas tal como eres. Y entonces puedes sentir que la mirada escrutadora de Dios te atraviesa hasta adentro. Entonces ves cosas que nunca antes habías visto. ¡Qué importante es este escrutinio de Dios! ¡Cuánto bien hace al alma del creyente! ¿Huirás de la soledad, si allí Dios puede examinarte y hablar a tu corazón?

Muchos temen a la soledad, porque le temen a Dios y temen su juicio. Sin embargo, ¿no tenemos nosotros paz con Dios? ¿No conocemos nosotros a Dios, quien es nuestro Padre? En la soledad crecemos en profundidad, como cuando un árbol echa raíces para luego resistir el vendaval.

Un hijo de Dios -sea joven o adulto- difícilmente va a caer en la soledad crónica y depresiva, porque tiene a su lado a los hermanos, a través de los cuales Dios va a dosificar cuidadosamente la cantidad de soledad necesaria para su alma. En la iglesia nosotros nunca vamos a experimentar esa soledad que destruye. Somos bienaventurados, porque nunca estaremos solos más de lo que Dios considera necesario. Luego de estar allí, en el silencio, el tiempo preciso; luego de crecer en el conocimiento de nosotros mismos y en el conocimiento de Dios, podremos volver, un poco más sabios, algo más crecidos, y con renovadas fuerzas, para seguir avanzando en el camino de la fe.

Por tanto, la soledad -como la tristeza- es una ocasión para crecer en Dios, para esperar en Él, para que se temple en nosotros el dulce y precioso carácter de nuestro amado Señor Jesucristo. Así que, la soledad no debe ser tanto "vencida", sino "aprovechada", para la gloria de Dios.

LECTURA


Dignidad


Me he dado cuenta que en la búsqueda de quiénes somos y lo que queremos, muchas veces olvidamos nuestros principios básicos y ‘tambaleamos’ con nuestras convicciones. En ocasiones dudamos del lugar que podríamos alcanzar por miedo a quedarnos solas. Es por eso que quisiera hablar de una palabra que ya casi ni escuchamos: D.I.G.N.I.D.A.D.

Una de las historias que más ha impactado mi vida se encuentra en el libro de Ester. Me quisiera referir a la vida de la reina Vasti, quien más allá de las consecuencias, puso su dignidad como prioridad a pesar de las consecuencias.

El rey Asuero era un hombre poderoso, rico, orgulloso de su reinado y de su esposa, la reina Vasti. Es tanto así que cuando los invitados en sus fiesta habían pasado varios días festejando y tomando, él le ordenó a ella exhibirse ante ellos usando su corona real, o como algunas fuentes sugieren, usando ‘solamente su corona real’. Ella se rehusó a presentarse y a pesar de que aquí apenas comienza la historia me quiero mantener en el rehúso de la reina sin llegar a su reemplazo por Ester.

Vasti sabía con toda seguridad a qué se enfrentaría al negarse a ante el Rey. Demostró que consideraba de más valor su dignidad como mujer que el mismo favor del rey al exhibirse como objeto público. Para nosotros ese fue el final de su historia, para ella posiblemente fue el comienzo de su exilio y de el disfrute de una vida digna.

Estamos invadidos, saturados e hipnotizados por un modelo genérico, estandarizado y comercializado de lo que es ser una ‘el modelo ideal’. Un ideal que viene desde las ‘nuevas modas de seducción’ en donde le decimos a los chicos ‘mírame pero no me toques’, un ideal que nos hace mirar a los chicos como objetos y no como seres que tienen sentimientos y emociones porque nos han hecho creer que ‘todos son iguales’, un ideal que nos hace pensar que el futuro se mide a base de probar relaciones y para ver cuál escoger.

¡La dignidad no es mercadeable! La dignidad va por encima de decretos, modas, culturas y hasta subculturas. Sí, ya me imagino que quieres que te de mi definición de dignidad. En mi opinión dignidad es el valor que se le da a la vida. Según el diccionario Larouse la dignidad es una cualidad del que se hace valer como persona, se comporta con responsabilidad, seriedad y con respeto hacia sí mismo y hacia los demás y no deja que lo humillen ni degraden.

Concluyo diciéndote que quienes somos ahora determina muchas cosas de nuestro futuro pero las circunstancias no necesariamente lo determinan. Posiblemente haya habido alguna ruptura en el noviazgo, o la figura de padre en tu hogar haya faltado, quizás te hayas sentido rechazado o rechazada , en fin tantas situaciones en nuestras vidas que pueden estar pasando, pero quisiera que te grabaras esto: Así como Vasti, quien puso su dignidad por encima de su seguridad económica, matrimonio, amistades, modas, palacio, etc., debieran ser las circunstancias las que nos convenzan cada día a pensar que ¡nuestra vida se merece dignidad!