3 ene 2009

Lectura

Pasado, Presente y Futuro.


En su pintura Alegoría de la prudencia, Titiano, el artista veneciano del siglo XVI, representó la prudencia como un hombre con tres cabezas. Una de las cabezas era de un joven de cara al futuro, otro era de un hombre maduro mirando el presente, y el tercero era de un anciano sabio mirando intensamente el pasado. Encima de sus cabezas, Titiano escribió una frase en latín que significa: “Del ejemplo del pasado, el hombre del presente actúa con prudencia para no poner en peligro el futuro”.

Necesitamos esa clase de sabiduría para vencer la ansiedad creada por nuestros fracasos pasados y el temor de repetirlos en el futuro, una ansiedad que nos impide vivir plenamente ahora.

Pablo pudo “olvidar” su pasado y esperar su futuro (Filipenses 3:13-14). Eso no significa que su memoria se haya borrado; significa que Pablo era libre de toda culpa o el orgullo que puede haber sentido por sus acciones pasadas porque Dios lo había perdonado. Esta actitud lo capacitó para vivir en el presente y proseguir “hacia la meta para obtener el premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús”. O sea que él tenía una pasión impulsora: conocer mejor a Cristo

Dediquemos nuestra vida de nuevo a Cristo. Jesús nos va a capacitar para vivir plenamente en el presente al tiempo que obtenemos sabiduría del pasado y encaramos el futuro con valor.

No permitas nunca que un triste pasado ensombrezca un futuro brillante.

Filipenses 3:14,17
Prosigo hacia la meta… Hermanos, sed imitadores míos…



Reflexión

Nuevo año



Es alentador recordar que, desde la perspectiva divina todos somos una obra en curso.

Más estimulante todavía es tener presente que el Señor desea vernos progresar al máximo y que hará todo lo posible para que así sea.

Nos ayudará en la medida en que le demos oportunidad de hacerlo.

Yo sé los pensamientos que tengo acerca de vosotros -dice el Señor-, pensamientos de paz y no de mal, para daros el fin que esperáis. Jeremías 29:11

A continuación, cinco consejos para crecer y madurar espiritualmente con la ayuda de Dios:


#1 Incluye a Dios en la toma de decisiones.

Desde niños aprendemos por medio de la instrucción que nos dan nuestros padres.

De igual modo, crecemos espiritualmente en la medida en que aprendemos a seguir las instrucciones de Dios, en que acudimos a Él en oración y aplicamos los principios espirituales de Su Palabra a nuestras decisiones.

#2 Ejercita tu Fe.

Así como la experiencia enseña mucho, pues sufrimos las consecuencias de nuestras decisiones erróneas y vemos premiadas las acertadas, nuestro crecimiento espiritual se acelera cuando nuestra fe es puesta a prueba y tomamos conciencia de que en ella se encuentra la solución a los problemas de la vida.

#3 Bríndate a los demás.

Al olvidarnos de nosotros mismos y dedicarnos a satisfacer las necesidades de los demás y a hacerlos felices, nos convertimos en conductos de amor de Dios para esas personas.

Así, en la medida en que nos entregamos al prójimo, Dios nos reabastece.

Al que reparte, le es añadido más… El alma generosa será prosperada: el que sacie a otros, también él será saciado. Proverbios 11:24a-25

Dad, y se os dará; medida buena, apretada, remecida y rebosando darán en vuestro regazo, porque, porque con la misma medida con que medís, os volverán a medir. Lucas 6:38

#4 Reconoce tus puntos flacos y esfuérzate por superarlos.

Todos tenemos aspectos en que podemos mejorar.

Se trata de un hecho general que la mayoría de la gente acepta sin mucha oposición.

La cosa se pone más difícil cuando identificamos nuestras debilidades, y en particular cuando intervienen otras personas.

Reconocer nuestras flaquezas nos resulta embarazoso aunque lo hagamos en privado o a solas con Dios.

Pero cuando somos capaces de admitirlas humildemente ante los demás y nos mostramos dispuestos a que nos ayuden -con consejos, recordatorios y oraciones-; es como si tomáramos el carril más rápido para crecer espiritualmente.

#5 Acepta nuevos retos.

Dada la naturaleza humana, es fácil encasillarnos a nosotros mismos y limitar lo que somos capaces de hacer, sobre todo al ir entrando en años.

El problema es que con esa actitud se anquilosa nuestro crecimiento. Cuando nos cerramos a considerar nuevos datos y nuevas ideas, dejamos de crecer intelectualmente.

Al aislarnos, dejamos de crecer emocionalmente. Y cuando nos mostramos poco dispuestos a aceptar nuevos retos, dejamos de crecer intelectual, emocional y espiritualmente.

Como dijimos antes, somos una obra en curso y solo crecemos en la medida en que seguimos haciendo progresos. Pero para progresar hay que fijarse nuevos objetivos.

En este año entrante Dios puede ayudarte a ser más como quieres ser.

Mejor aún: Él puede ayudarte a ser más como Él quiere que seas.

Si haces tu parte, Él te ayudará a progresar paso a paso, pues Él te ama